No se conoce su autoría, si bien puede datarse a finales del siglo XVI y principios del XVII. El rostro de la Virgen recuerda un poco a las tallas de Roque Balduque. Se trata de una imagen de candelero de tamaño natural para ser vestida. Iconográficamente responde al prototipo de la Virgen-Madre, que sostiene al Niño Dios en su brazo izquierdo, presentando la particularidad de estar dormido y con la cabeza inclinada sobre el hombro de la Madre. En la mano derecha sostiene el cetro real, signo de su condición de soberana. Otros atributos que siempre acompañan a la Virgen son: la corona sobre sus sienes, el rosario que le da su advocación, y la media luna bajo sus pies. Tiene cabellera de pelo natural.
Tanto la Virgen como el Niño Jesús fueron restaurados en la década de los noventa en el taller sevillano de Pérez Conde, quien le hizo a la Virgen un nuevo candelero y brazos, respetando el torso, rostro, manos y el Niño Jesús, al que tuvo que reintegrarle un par de dedos que le faltaban.
Pablo Baena Rodríguez
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